Santiago. El Mayor
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        Apóstol de Jesús, hijo de Zebedeo y Salomé (Mat. 17. 56; Mac. 15.40 y 16.1). Era hermano de Juan y tenía cierta primacía entre los Apóstoles, junto a su hermano Juan y a Pedro, según las referencias bíblicas.
   Se le cita repetidamente en el texto evangélico como preferido para ser testigo de hechos singulares: Resurrección de la hija de Jairo (Mc. 5.37; Lc. 8.51), transfiguración (Mc. 9.1; Mt. 17.1; Lc. 9. 28); oración y agonía de Jesús en el huerto (Mt. 26.37; Mc. 14.33)
   Tal vez la familia era de Betsaida (Jn. 1. 44) o de Cafarnaúm. El padre tenía muchachos a su servicio (Mc. 1. 20). Y su madre Salomé fue de las mujeres que siguieron a Jesús, al menos en el último viaje a Jerusalén. (Mt. 27. 55; Mac. 15. 40. Luc. 8.2)
   El año 44 fue a Jerusalén y murió asesinado por orden de Herodes Antipas, según Jesús se lo había anunciado (Mc. 10. 38-39). Se debió al deseo del monarca de congraciarse con los judíos (Hech. 12. 1-2). Antes, de acuerdo con la tradición y según declaración de Euse­bio (Hist. Ecl. 2. 9. 2 y 3) y de Clemente de Alejandría ("Hipotiposis" 7), predicó hasta el fin del mundo. Se asegura que estuvo en España y se cree que fue visitado y alentado por la Madre de Jesús en Zaragoza, cuando se le apareció sobre un pilar o columna de alabastro.
   Después de muerto, sus discípulos (los siete varo­nes apostólicos) trasladaron su cuerpo a Santiago de Compostela donde permaneció oculto por siglos. Se descubrió milagrosamente en el 813 su sepulcro en el Campo de la estrella ("Campo - stela"). No hay documentación escrita sobre esta creencia hasta el siglo IX, cuando Notker, monje de San Gall, y Walafredo Strabo, en su "Poema de los Doce Apóstoles”, se hicieron eco de ella.
    En las luchas contra los mahometanos, que se dieron en los reinos cristianos de España, se le consideró también como modelo para los guerreros y un "matamoros" ejemplar, lo cual se debió al eco de su carácter audaz y violento, manifestado en el texto evangélico que le define como “hijo del trueno” (Lc. 9. 49; 9. 54).
   Con todo es bueno recordar que el mismo Jesús le reprendió por sus expre­siones violentas ("hijos del rayo, "boaner­ges", Mc. 3.17). En la educación cristiana es bueno interpretar su misión apostólica y superar su imagen de guerrero a caballo matando un mahometano con sangrienta espada.